Desde muy pequeños, algunos niños de la provincia de Vélez comienzan a formarse como intérpretes del requinto y la música colombiana. Conozca cómo nacen los mejores intérpretes de este instrumento en esta región con gran tradición musical.
Con cinco años recién cumplidos, Emilio Quiroga Bonces ya empieza a dejar huella en las tarimas de Santander. Con el amor de sus padres y un tutor experto, este pequeño construye su camino y se perfila como una promesa del requinto en Colombia.
Desde Vanguardia conversamos con sus padres sobre la importancia de transmitir de manera generacional la riqueza cultural de Santander y sus expresiones culturales, pero también cómo es esa metodología para que Emilio descubriera su propio amor por el instrumento.
Y no es para menos, pues su padre, Álvaro Quiroga, es un músico santandereano, especialista en la interpretación del requinto colombiano, compositor, arreglista e integrante de diferentes agrupaciones andino-colombianas, quien también interpretó por primera vez un requinto a los cuatro años, guiado por su padre en el municipio de Bolívar.
Con valores como la constancia y la disciplina , infundidos por su padre, Álvaro ganó con tan solo siete años el Festival Nacional del Requinto y la Guabina en Bolívar, luego a los ocho años el Festival Nacional de la Guabina y el Tiple en Vélez y a lo largo de su carrera musical unos 10 festivales nacionales le han otorgado el primer lugar como mejor requintista en los departamentos de Boyacá, Antioquia, Santander y Cundinamarca. También tuvo una participación en Italia como único trío latinoamericano de música andina.
A sus 19 años empezó su labor de enseñanza y luego a través de la Fundación Álvaro Quiroga llegó a de 10 municipios en Santander, Boyacá y Norte de Santander, para continuar con ese legado de interpetación de instrumentos colombianos, donde aproximadamente 700 jóvenes hacen parte de los procesos de aprendizaje.
Jeimi Bonces, madre de Emilio, le dijo a Vanguardia que se sentía orgullosa: «Es una sensación indescriptible verlo en tarima, disfrutando el proceso, es una semilla que también se le siembra a él para que reconozca sus raíces musicales».
Ella nos contó que en ocasiones quisiera dejarlo con sus padres mientras ellos cumplen sus compromisos con la fundación, pero que Emilio prefiere ir, ver y escuchar. Él está conectado con la música y ha vivido muy de cerca estos procesos.
Por su parte, Álvaro nos dijo que ser profesor se siente como un padre, pero ahora con Emilio, él experimenta una sensación muy especial, «él es muy talentoso y a tan corta edad empuñando este instrumento, nos hace sentir muy orgullosos y más colombianos que nunca».