La artista bumanguesa Angélica Badillo transforma las imperfecciones en belleza en su exposición ‘Cotidiana’. En un mundo donde la acuarela fluye libremente, la artista refleja la vida misma y teje la esencia de lo cotidiano con temas trascendentales.
En el mundo del arte, la perfección es un concepto cuestionable. Reside en el ojo del espectador, pero muchos quienes son más sensibles al detalle, la verdadera belleza radica en las imperfecciones
La filosofía japonesa de wabi-sabi es un ejemplo: esta filosofía encuentra belleza en lo imperfecto, lo impermanente y lo incompleto. En el arte japonés de Kintsugi, las cerámicas rotas se reparan con laca mezclada con polvo de oro, resaltando las grietas en lugar de ocultarlas.
En la pintura, la imperfección de la belleza se manifiesta en la mancha, la línea, la pincelada, como explica la artista bumanguesa Angélica Badillo, que presentó el pasado viernes 27 de octubre con gran éxito su exposición “Cotidiana” en la Fundación Heinrich Böll.
“He aprendido que la perfección no siempre es necesaria, y que hay belleza en las imperfecciones. Al igual que la vida, una pincelada no tiene por qué ser perfecta para ser hermosa. Este entendimiento me ha ayudado a definir mi estilo y a decidir qué quiero expresar a través de mi arte”, me cuenta la artista en una entrevista vía WhatsApp desde Bogotá, donde reside.
Fusionando acuarelas y experiencias personales, entrelaza la esencia de lo cotidiano con temas de gran importancia como la paz y el feminismo. Su viaje artístico es un canto a la vida de las mujeres y a la lucha por un mundo más equitativo. La artista presentó alrededor de 60 piezas creadas con la técnica de acuarela, que la enamoró desde que comenzó a pintar, si bien también hace uso de otras técnicas.
“La acuarela tiene una magia especial para mí debido a la transparencia de la pincelada. Como he mencionado en otras ocasiones, es como la vida misma, fluyendo libremente”, señala.
Su camino en el arte
Desde su infancia, la pintura se convirtió en una parte integral de su vida. Los colores vibrantes, las formas abstractas y la libertad de expresión que ofrecía el lienzo la cautivaron. Poco a poco, este amor por la pintura se transformó en una pasión que la llevó a descubrir su propio estilo artístico.
Fue un viaje de autodescubrimiento que duró alrededor de veinte años. Desde sus veinte hasta sus cuarenta años, se embarcó en una exploración profunda de su creatividad y habilidades artísticas. Durante este tiempo, se volvió más consciente de lo que le gustaba pintar y cómo quería expresarse a través de su arte.
“Pero en realidad, fue un descubrimiento de la vida, del gusto por la belleza de los pequeños detalles, de enamorarme de los colores y las texturas. La pintura ha sido una expresión maravillosa que me ha permitido expresarme y explorar mi creatividad. A través de ella, he podido plasmar mis pensamientos, emociones y percepciones del mundo en un lienzo”.
Un año gratificante
Para la artista bumanguesa, “el estado emocional de un artista puede influir significativamente en su obra. Ya sea que te sientas cansada o feliz, esas emociones se plasman en la pintura. El proceso de creación artística no es un acto solitario, sino que involucra a un conjunto de personas que apoyan y creen en el artista, ayudándole a hacer realidad su visión y a presentarla al público”.
Este año ha sido muy gratificante para mí. He podido construir mi página web y organizar mi segunda exposición individual. Creo que la magia reside en el apoyo que diferentes personas brindan a los artistas. Este apoyo no solo permite a los artistas compartir su trabajo con el mundo, sino que también valida su esfuerzo y dedicación”, comenta.
Dice que cada pieza de arte es un reflejo del artista: sus emociones, sus experiencias y su visión del mundo. “Y cada vez que alguien aprecia esa obra de arte, se establece una conexión entre el artista y el espectador, una conexión que trasciende las palabras y toca el alma”, concluye.