Quiribillos, esterillas y la emblemática ‘carraca de burro’, hacen parte de las creaciones de Israel Atuesta, que se mezclan en medio de historias que narran una pasión, mientras le dan vida al folclor y a las tradiciones santandereanas.
En las alegres ferias y fiestas santandereanas, es todo un deleite encontrarse con talentosos artesanos cuyo legado se ha forjado a lo largo de décadas. Desde los sombreros y trajes típicos hasta las elaboradas canastas. Una amplia variedad de artesanías e instrumentos típicos, son producto de las manos de los maestros artesanos.
En la provincia de Vélez, no puede faltar quien provea a los veleños de los instrumentos típicos que protagonizan los eventos folclóricos celebrados durante todo el año a lo largo y ancho del país.
Al adentrarnos en el hogar de uno de estos artesanos, encontramos a Israel Atuesta Nieves. Con 71 años, Israel ha dedicado tres décadas de su vida a la meticulosa elaboración de instrumentos de percusión, piezas fundamentales que dan vida a los conjuntos folclóricos característicos de la provincia de Vélez.
Su vida artesanal tuvo un comienzo inesperado, cuando sus hijos tuvieron que llevar instrumentos al colegio. “Vea usted cómo es la vida,” relata, “cuando mis hijos estaban en la escuela, les pedían comprar instrumentos como quiribillos, esterillas, alfandoques o incluso un chucho. Pero no teníamos con qué,” añadió, haciendo un ademán con la mano que ilustra la falta de dinero.
“No tenía plata para eso”, recuerda Israel. “Al principio los hacía y los regalaba”. Inspirado por los instrumentos que veía, añadió: “Trataba de conseguir los materiales, observaba otros instrumentos y trataba de hacerlos. Y bueno, sonaban. Una vez fuimos a una parranda y había que llevar algo para tocar, así que hice algunos. Sin embargo, me parecían feos, con la cabuya suelta”.
Después de esas fiestas, se propuso mejorar sus creaciones. “Ahí los fui perfeccionando, pero fue por los muchachos en la escuela. Yo hacía los instrumentos, y la gente empezó a comprarlos”.
Cada instrumento requiere un esfuerzo meticuloso. Las esterillas por ejemplo, se elaboran a partir de caña castilla, seleccionando cuidadosamente cañas maduras que garantizan un sonido distintivo y especial.
La elaboración de cada esterilla consume una cantidad considerable de cabuya. “Se gasta mucha, cada cañita lleva el doble de este material”, explica Israel, refiriéndose a la relación entre el tamaño de la caña y la cantidad de cabuya utilizada.