Más de 200 niños reciben clases en tres salones, soportando intensos calores, oscuridad y falta de ventilación. Irónicamente, la Alcaldía les donó 20 computadores, pero ni siquiera cuentan con Internet. Pareciera un caso registrado en una zona muy apartada del país, pero hablamos de una situación que ocurre en el perímetro urbano de Bucaramanga.

Hace más de 20 años, líderes comunales del sur de Bucaramanga unieron esfuerzos para crear un colegio público en el sector de Cristal Bajo. Desde entonces, la comunidad ha lanzado múltiples llamados en busca de ayudas para el mejoramiento de esta sede educativa.

A pesar de las reiteradas solicitudes realizadas a los diferentes alcaldes a lo largo de las últimas dos décadas, cientos de niños continúan recibiendo clases en condiciones precarias y sufriendo diversas limitaciones en su proceso formativo.

La inacción de los últimos gobiernos locales se evidencia en el estado actual que registra la Sede B de la Institución Educativa Provenza, en donde más de 200 estudiantes de primaria reciben clases en los tres salones que tiene este colegio, de un solo piso.

Al observar la parte externa y las locaciones de la edificación, pareciera que se tratara de una sede localizada en un lugar recóndito de la geografía colombiana, pero está ubicada en la Comuna 10 de la capital santandereana. El colegio se ubica a menos de 40 minutos de la Alcaldía de Bucaramanga y a pocos minutos del barrio Provenza.

Mientras la ciudad creció y se desarrolló durante las últimas dos décadas, el progreso fue esquivo en el caso de la Sede B de la Institución Educativa Provenza, en donde tanto estudiantes como maestros ni siquiera cuentan con el servicio de Internet.

La comunidad denuncia la “falta apoyo e interés por parte de la Alcaldía de Bucaramanga”. En la pasada administración municipal, a cargo de Juan Carlos Cárdenas Rey, se prometió un proyecto para repotenciar esta sede y brindar los espacios que necesitan los alumnos y los educadores.

Pero, tal y como sucedió con algunas iniciativas anunciadas por el pasado gobierno, este proyecto solo quedó en palabras.

“Es la escuela de los retazos”

Maritza Galvis es reconocida en la comunidad de Cristal Bajo como la líder comunal que más ha luchado por la subsistencia y consolidación de la Sede B de la Institución Educativa Provenza. Desde 1996 ha trabajado por la habilitación del colegio y en busca de mejoramientos.

“Este colegio logramos abrirlo en 1996, con ayuda de entidades privadas que nos han hecho donaciones. La Alcaldía nos ha entregado muy poco, no nos han dado ni un pupitre o tablero. El único alcalde que medio nos escuchó fue Rodolfo Hernández, quien nos garantizó los celadores 24 horas y la aseadora. Pero ahora envían la aseadora solo una vez a la semana y son las profesoras quienes ayudan con el aseo. En verdad nos tienen muy olvidados”, expresó Maritza Galvis, quien ha dedicado más de 20 años de su vida a gestionar mejoras para el colegio.

Dado que el techo de la edificación es muy bajo y está elaborado con zinc, estudiantes y maestros permanecen expuestos a condiciones como poca ventilación y altas temperaturas. Igualmente, se requieren mejoras en materia de iluminación, pues los salones se ven oscuros.

Tal y como se puede apreciar en las imágenes, la sede también tiene deficiencias en su encerramiento y requiere de adecuaciones que brinden mayor seguridad para la comunidad.

“Todo lo que tenemos es gracias a los profesores y a las donaciones. Esta es la escuela de los retazos: el salón más grande, lo hizo el Batallón Caldas; el segundo salón, el pequeño, lo hicimos entre tres vecinas y un hombre. Entidades como Alcohólicos Anónimos, Fundactiva y la Asociación Club Kiwanis nos han entregado ayudas. La Cruz Roja Internacional nos hizo el salón de informática.

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Carecen de mínimas herramientas

Para atender de forma adecuada a los estudiantes, quienes cursan grados desde cero hasta quinto de primaria, la jornada educativa se divide en dos: unos alumnos estudian en la mañana y el resto durante la tarde.

“El año pasado la Alcaldía nos trajo 20 computadores portátiles, pero no tenemos Internet. Los equipos no tienen los programas de Office descargados, se requiere de conexión a la web. Existen muchas necesidades en esta escuela, por ejemplo, desde hace más de diez años no se pinta. Este colegio ha estado muy olvidado”, manifestó a Vanguardia una docente de dicha sede.

El colegio y los niños también carecen de un espacio apto para la práctica de deportes. En la parte trasera de la edificación, existe un terreno destechado y polvoriento, que solamente cuenta con un par de oxidados arcos de fútbol.

El área de recreo y de juegos infantiles también requiere ampliaciones e intervenciones para su mejoramiento. Los estudiantes cuentan con un espacio muy limitado, con mobiliario deteriorado.

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“La Secretaría de Educación de Bucaramanga no ha invertido ni un centavo para mejorar esta sede. Es triste y precaria la situación de este colegio. Uno no se imagina que en una ciudad como Bucaramanga existan sedes tan olvidadas y descuidadas como esta. Ya hicimos el llamado a la Secretaría de Infraestructura y haremos lo propio con Educación en este nuevo gobierno. La ubicación de este colegio es clave, entre los barrios más olvidados de la ciudad está Cristal Bajo”, manifestó Jaime Andrés Tovar Quintero, edil de la Comuna 10 de Bucaramanga.

Vanguardia reportó el estado de esta sede educativa a Martha Cecilia Guarín Lizcano, secretaria de Educación de la Alcaldía de Bucaramanga. Aunque tratamos de obtener un pronunciamiento por parte de la funcionaria, hasta el cierre de la presente publicación no se refirió al respecto.

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