La salud mental es un tema que requiere atención prioritaria y un trato respetuoso. Aunque persisten los estigmas y con frecuencia se minimiza su impacto o se analiza desde diferentes perspectivas, la realidad es que los trastornos mentales afectan la calidad de vida de quienes los padecen.
En muchos casos, la falta de empatía puede causar más daño que la propia enfermedad. Por eso, como sociedad tenemos la responsabilidad de promover entornos seguros y compasivos, donde se valore el bienestar emocional al mismo nivel que los logros académicos, profesionales o económicos.
En este contexto, la reciente aprobación del Proyecto de Ley 202 de 2024 que establece la enseñanza obligatoria de Educación Emocional en todos los niveles escolares de las instituciones públicas y privadas de Colombia representa un avance significativo.
La infancia es una etapa clave para formar en valores y desarrollar habilidades esenciales como reconocer, comprender y regular emociones, tomar decisiones responsables, construir vínculos saludables y enfrentar situaciones complejas mediante el diálogo, la tolerancia y el respeto. Si se implementa con un enfoque integral y coherente, esta medida podría transformar positivamente la vida de futuras generaciones.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada siete jóvenes entre 10 y 19 años padece algún tipo de trastorno mental, y el suicidio es la tercera causa de muerte entre personas de 15 a 29 años. En Colombia, esta problemática ha cobrado mayor relevancia desde que se incorporó el registro obligatorio de intentos de suicidio en el Sistema de Vigilancia en Salud Pública (SIVIGILA), lo cual ha permitido evidenciar una tasa de incidencia alarmante. Son datos que no pueden ignorarse.
En este sentido, el proyecto que busca precisamente enfrentar esta realidad desde la raíz, con contenidos adaptados a cada etapa escolar y con el acompañamiento de especialistas en salud y educación, es una inversión valiosa en el tejido social. Enseñar a niños y niñas herramientas necesarias para comprender y gestionar sus emociones no solo favorece su bienestar, sino que contribuye a la formación de adultos más sanos, con mayor estabilidad emocional y capacidad para afrontar la vida.
Se trata de una estrategia que va más allá del aula: involucra a las familias, al sistema de salud y a la sociedad. Y lo más importante: previene, educa y transforma. Los colegios, donde los niños pasan gran parte del tiempo, se convierten en escenario clave para sembrar las bases de la convivencia y el bienestar colectivo. Por eso, esta iniciativa es una apuesta por el futuro.
La salud mental no es una moda ni es un lujo, es una necesidad fundamental. Actuar a tiempo puede hacer la diferencia, así como ocurre con enfermedades graves como el cáncer, la prevención es clave para cuidar y salvar vidas. Aunque se han adelantado esfuerzos importantes, contar con una legislación que estructure y garantice estas acciones representa un avance sólido y necesario.
Cualquier persona, sin importar su edad o entorno social, merece contar con espacios seguros donde pueda hablar abiertamente de lo que piensa y siente, sin temor a ser juzgada ni incomprendida. Validar la voz del otro, incluso cuando no compartimos su experiencia, es un acto de empatía que fortalece el tejido social y dignifica la salud mental.