Recorrimos la antigua estación de mantenimiento de Metrolínea, en Floridablanca. El panorama es desolador. Veamos:
La escena que encontramos en el corazón del Anillo Vial parece sacada de un ‘cementerio’ olvidado; mejor dicho, de un taller de mecánica lleno de óxido.
Donde alguna vez funcionara una estación vital del sistema Metrolínea, hoy solo existe una tétrica escena de desolación: montañas de chatarra, hierros retorcidos, vehículos desvencijados y un silencio pesado interrumpido apenas por el zumbido de las moscas y los zancudos.

Vanguardia recorrió la antigua estación y, con los registros gráficos del periodista Felipe Jaimes Lago, documentamos el triste estado en que se encuentra esta infraestructura, que en el pasado pretendió ser la revolución del transporte en el área metropolitana de Bucaramanga.
Las imágenes no mienten: las ruinas de lo que fue un proyecto de movilidad se han convertido en un foco de contaminación que amenaza la salud de toda la zona.
Los vecinos, resignados al deterioro, relatan una realidad que va más allá del abandono. La estación se ha transformado en refugio improvisado de habitantes en situación de calle, quienes entre los hierros retorcidos buscan un lugar para pasar la noche. Con ellos, llegaron las plagas: ratas, mosquitos y otros bichos ahora son los verdaderos dueños del lugar.

“El olor es insoportable, sobre todo en las tardes cuando hace más calor”, dice Seferino Peña Díaz, un vecino del sector, mientras señala los charcos estancados que sirven de criadero para los insectos. “Uno ya no puede ni abrir las ventanas por la cantidad de zancudos”.
Caminar entre los restos de buses corroídos por el óxido resulta peligroso. La estructura metálica de la estación, vencida por el tiempo y la falta de mantenimiento, amenaza con desplomarse en varios puntos. “Esto es un riesgo para los niños y para todos nosotros”, reclama don Álvaro Gutiérrez, otro habitante cercano a esta zona.

Vemos todo esto incluso en la víspera de que el contrato con Metrocinco Plus S.A.. que manejaba estos vehículos, culmine y salgan de circulación definitivamente los únicos buses padrones que quedan.
La otrora promesa de un transporte moderno para Bucaramanga, que se gestará por allá en la época del exalcalde, Néstor Iván Moreno Rojas, y que ‘encendiera motores’ en el periodo del exmandatario Honorio Galvis Aguilar, hoy yace olvidada y es un testimonio amargo de los sueños que se oxidaron junto con los buses.
Mientras las autoridades locales y nacionales discuten nuevas propuestas de movilidad y el futuro de Metrolínea tiene un ‘entierro de tercera’, el ‘cementerio’ de padrones del Anillo Vial sigue creciendo, silencioso y voraz, consumiendo no solo metal, sino también la esperanza de una ciudad que aún espera soluciones reales.