Una ‘mirada al pasado’ de la Avenida Quebradaseca nos recuerda la inestabilidad que siempre ha tenido ese trayecto vial.

El hundimiento que se registró el pasado martes en la Avenida Quebradaseca de Bucaramanga, a la altura de la carrera 30 y que generó el cierre indefinido de ese corredor, trajo a la memoria los impresionantes huecos que a través del tiempo han surgido en el pavimento de esta icónica arteria vial.

A lo largo de su historia, gigantescos socavones han despertado la preocupación de la comunidad, debido al riesgo que han representado para transeúntes y conductores.

¡En efecto! La inestabilidad de la vía se ha ido agravando con el paso de las décadas, tal y como lo ha evidenciado este diario a través de los registros noticiosos del ayer.

Además del colapso del pasado martes, hay que decir que los dos episodios más graves ocurrieron en los años 90: hablamos de las emergencias del 2 de septiembre de 1994 y del 17 de julio de 1995, cuando dos monumentales baches aparecieron en el tramo de las carreras 14 y 15, y en el de las carreras 17 y 18.

En aquella oportunidad varias fallas en el colector matriz generaron los hundimientos, los cuales dejaron ‘cráteres’ de hasta más de 14 metros de profundidad. En ese entonces, el saldo de las pérdidas fue estimado en más de $1.000 millones.

Por otro lado, 21 establecimientos comerciales resultaron afectados, se dañaron seis semáforos y ocho postes de energía fueron reubicados.

Tales baches sorprendieron a propios y a extraños, pues la Quebradaseca había sido rectificada y repavimentada en 1992, por el gobierno del hoy desaparecido alcalde Alfonso Gómez Gómez.

A juicio del experto en suelos, Jaime Suárez Díaz, “para nadie es un secreto que la Quebradaseca fue construida sobre una quebrada que, en el pasado, fue rellenada con escombros. Al parecer se ha registrado un debilitamiento en la estructura del suelo, lo que ha propiciado la formación de los mayúsculos ‘cráteres’, que ahora nos preocupan”.

“La zona era una concavidad de alguna extensión, con profundidades de entre 10 y 25 metros, la cual se utilizó como basurero y depósito de escombros al inicio del siglo XX hasta 1964 aproximadamente”, recordó el experto.

“Posteriormente se debió construir un alcantarillado profundo y pavimentar el área para convertirla en una avenida”, añadió.

Tras los hundimientos en la vía de la década de los años 90, los organismos de asistencia y los técnicos emprendieron acciones para estudiar la situación en la avenida Quebradaseca. Se llevaron a cabo inspecciones y evaluaciones para determinar el alcance de los daños y establecer un plan de acción para reparar la vía y prevenir futuros incidentes.

Fue en 1995 cuando cuatro grandes inspecciones técnicas permitieron el acceso de personal especializado al colector de aguas negras de la Quebradaseca.

Tales embocaduras, conocidas técnicamente con el nombre de Caisson, se adecuaron para vigilar de cerca el comportamiento del mencionado sumidero.

El equipo técnico le permitió a la Cdmb llegar hasta el fondo de la Quebradaseca para detectar y visualizar las entrañas de la gran avenida.

La propia entidad estatal contrató los estudios para hacer la investigación científica en la zona, la cual se hizo durante más de 20 meses.

Pese a ello, los huecos siguieron apareciendo y, tras el desplome que se vivió el pasado martes en la carrera 30, Suárez Díaz recordó que la avenida podría estar pasando por una situación más compleja: “Es clave emprender medidas preventivas”.

Es preciso prevenir futuras emergencias.
Es preciso prevenir futuras emergencias.

A su juicio, se les debe hacer el seguimiento a las construcciones que se han hecho a lado y lado de la vía, para evaluar los diferentes métodos de submuración y analizar las condiciones particulares de la Quebradaseca.

A su juicio, hay que resolver el problema de raíz. También se debe controlar la construcción de los sótanos de las edificaciones vecinas, lo que implica fijar una reglamentación por parte del Municipio, del Área Metropolitana y de la misma Cdmb: “los controles ayudarían a frenar los problemas de inestabilidad en las áreas vecinas”.

“También es fundamental hacerle el debido mantenimiento a la infraestructura vial y al colector matriz; y, por supuesto urge la adopción de medidas preventivas para evitar situaciones similares en el futuro”, puntualizó.

‘Más de un siglo de vida’

En 1909, hace ya 115 años, a la vía ni siquiera le decían Quebradaseca. La zona se conocía como el atajo del Llano de Don Andrés y nadie pensaba construir ninguna avenida. En ese punto, hoy calle 28, existía una hondonada, que no era otra cosa que la escarpa que todos encontraban en su camino a Rionegro y viceversa.

Era tal el abandono del lugar que, para muchos, se podría asemejar a El Carrasco de la época. La gente, de manera indiscriminada, arrojaba basura a esa ladera, dándole una pésima imagen a la entrada nororiental de la capital santandereana. Las mulas eran las únicas que bordeaban la zona; incluso los pocos carruajes que nos visitaban ‘se veían a gatas’ para entrar o salir.

En ese comienzo de siglo sólo se veía un pequeño puente sobre lo que hoy es la carrera 15, el cual permitía unir a Bucaramanga con sus vecinos municipios.

Claro está que ese trayecto ha sufrido una singular ‘metamorfosis’. Los alcaldes de ese entonces, asesorados por ingenieros, diseñaron un trazado vial que, para la época, sería todo un ‘megaproyecto’ y que, en las letras de molde de los periódicos y de los medios de comunicación, se leyó así: Avenida Quebradaseca.

La avenida Quebradaseca
La avenida Quebradaseca

Muy distinto es el panorama de hoy. Hace algunos años, sobre esta intersección vial, se construyó una glorieta que sirve como el distribuidor de los pocos buses que quedan del fracasado Sistema Integrado del Transporte Masivo, Sitm.

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