Emprendedores y empresarios de las provincias Comunera, Guanentá y Vélez, en Santander, se unieron para impulsar visitas de turistas a municipios pequeños y a su vez generar una cadena económica que beneficia a los lugareños.
El Hato, Santander, está ubicado a más de 130 kilómetros de Bucaramanga. Este cuenta con una belleza natural incomparable pero poco promocionada.
Conscientes de esta situación, habitantes del municipio se las ingeniaron para hacer que el turismo emergiera entre las montañas y cascadas de este inmenso mirador de Santander.
Daniel Palomino, uno de los impulsores del turismo emergente, es natural del Hato, pero trabajó por varios años en Bogotá. Pese a que se encontraba lejos de su hogar, entre sus planes estaba volver y que su municipio se diera a conocer.
Fue así como este hombre estableció una finca turística en la vereda Santo Domingo del Hato.
Luego de contar con la infraestructura de este lugar llamado La Fortaleza, a él se le unieron varios emprendedores de la zona.
Un empresario que impulsaba Cabalgatas en Cundinamarca, y que tuvo que cerrar por pandemia, regresó al municipio y le ofreció hacer los paseos por la zona.
Un joven productor de café de la zona le puso a disposición su producto para los desayunos de los turistas. Los productores de panela hicieron lo propio y garantizaron el producto para las bebidas calientes.
Precisamente, Ismael Jiménez, de 18 años, emprendió con su marca de café y la promociona a quienes llegan al Hato.
El joven expresó que “con esta iniciativa tengo la oportunidad de llevar un producto agrícola a las manos de los turistas, que lo conozcan, que lo disfruten y lo promocionen”.
Asimismo, el Ejército Nacional y la Policía, se unieron a la causa y son quienes aseguran los recorridos de los visitantes.
Cada colaborador tiene una misión específica. Las madres cabezas de familia ayudan con los temas culinarios y de mantenimiento del lugar, los campesinos que cultivan la tierra, tienen producción de huevos, pollos y carne, proveen estos alimentos.
En tal sentido, Daniel Palomino, impulsor del turismo emergente, expresó que “como el municipio no era tan conocido, arrancamos una campaña de difusión y hemos tenido visitantes de Santander y de varios rincones del país”.
En este destino, los visitantes arrancan con un recorrido de turismo religioso en torno a San Roque, pasan por cuevas y cascadas, realizan cabalgatas por caminos ancestrales y hasta se ponen ‘en los zapatos’ de los campesinos en los temas de producción de panela, molienda de café y hasta preparación de alimentos con leña.

A su turno, Aylen Toloza, quien hace parte de la estrategia, agregó que “aquí ponen su grano de arena tanto la Fuerza Pública, la Iglesia Católica y los campesinos de la zona. Se procura que todo lo que consuma el turista sea producido en El Hato”.
Allí también se pueden degustar comidas como el mute, la sopa de chorotas, la carne al trapiche, chorizos acaramelados y arepa.
Cuando el turista finaliza su estancia en el municipio, se les recomienda qué hacer y qué conocer en municipios como Charalá, Gambita, Palmar, Encino, Galán y Socorro, entre otros.

En otro de los destinos, Gámbita, Franklin Mateus se encarga de ‘enamorar’ a los turistas con la belleza natural del municipio.
“Quienes visitan Gámbita no se pueden ir sin visitar la cascada La Humeadora, el Manto de La Virgen y el cañón de La Hondura. En el municipio también se unieron varias personas para dar a conocer la belleza de este destino”, expresó Mateus.
10.000 personas visitaron destinos de estas provincias a través de la estrategia del turismo emergente.