A pesar de reconocer que existe cierto nerviosismo por la posibilidad del uso de las protestas para presionar a las altas cortes, el presidente de la Corte Constitucional, José Fernando Reyes insistió en que las instituciones no se pueden dejar coaccionar por los manifestantes.

El magistrado José Fernando Reyes Cuartas se estrenó como presidente de la Corte Constitucional con una situación atípica, el asedio sobre el Palacio de Justicia por parte de manifestantes que reclamaban a la Corte Suprema de Justicia la elección inmediata de la nueva Fiscal General.

Aunque Reyes descartó que se tratara de un secuestro de los magistrados de las cuatro cortes que comparten el espacio del Palacio, sí advirtió que no fue un tema menor y sostuvo, en entrevista con Colprensa, que se equivocan quienes creen que los tribunales se mueven al sonar de los atabales de las calles.

Reyes, quien estará en el cargo hasta 2025, recordó que la sociedad es libre de marchar y protestar, pero recordó que los entes judiciales se toman el tiempo necesario para asumir decisiones, dado que “los jueces no tienen partido, solo militan en la Constitución, ese es su credo”.

¿Usted cree que ese mecanismo para elegir Fiscal es legítimo?

Tendría que opinar más como académico que como magistrado. Si me pongo a opinar como magistrado, yo digo “ese es el que es”, ese es el que diseñó el Constituyente del 91.

Cuando se discutió en el 91 si la Fiscalía debería pertenecer a la Rama Judicial o, por el contrario, al Ejecutivo, se examinaron todos los pros y los contras para al final decir: “tenemos un fiscal que hará parte de la Rama Judicial y, por lo tanto, la garantía de independencia, autonomía, idoneidad frente a los conflictos”, que era la regla y sigue siendo la regla hoy día.

$!“Las instituciones no galopamos al ritmo de los tambores de las marchas”: presidente de la Corte

Luego, ese diseño constitucional es el que está. Ahora, algunos están pidiendo que sea al revés, que el presidente elija de una terna que haga la Corte, no sé qué, pero digamos que eso es parte de la imaginación de los juristas, que tenemos imaginación profusa. Pero, por lo pronto, el diseño constitucional es el que es, es el que ha funcionado, es el que está bien.

Creo que las personas que se han desempeñado en la Fiscalía lo han hecho muy bien, con competencia. Ha funcionado. Seguramente, hay muchas cosas que ajustar; el tema del personal, el tema de la investigación, de los diseños de investigación, etcétera, pero el sistema que hay es el que es.

¿Como académico piensa lo mismo?

No. Yo en principio pensaba que un sistema en el que la Fiscalía hiciera parte de la Administración más que de la Justicia tenía una ventaja, y era que toda la impunidad que la sociedad soportaba tenía un culpable, que es el Ejecutivo, porque no dedicaría los suficientes medios de Policía, los suficientes medios de prevención, los suficientes medios de investigación.

Entonces, la impunidad legitimará o deslegitimará a una autoridad. Hoy día uno no puede decir que la impunidad está, haga de cuenta, en la Fiscalía, porque la Fiscalía no maneja sus recursos económicos, por ejemplo, para decir “es que tengo mil policías judiciales y necesito diez mil”. No tiene cómo solventarlo. Luego, no es una responsabilidad, en absoluto, de la Fiscalía.

Por eso, en los países donde la Fiscalía hace parte del Ejecutivo, al final, cuando hay mucha impunidad, quien rinde las cuentas es el Ejecutivo. Tienen una responsabilidad compartida.

¿Comparte la teoría que existe un vacío jurídico en el proceso de elección de fiscal general?

En todo lo que parece no funcionar, porque de pronto hay algún interés, la gente dice que tiene un vacío jurídico.

Es posible que eso se pueda reglamentar. Uno podría inventarse unas cosas locas: “Mire, si la Corte a la que se le manda una terna no elige en los seis meses siguientes, entonces, de esa terna, el presidente escogerá al fiscal”. Entonces, una Corte tendría que decir: “miércoles, saquemos al mes esto, lo voy a elegir yo, porque si no, el presidente va a elegir”.

Son cosas que puede un sistema regular, pero no es lo que tenemos. Ni siquiera sabemos si es lo óptimo, ¿cierto? Tampoco hay mecanismos de reemplazo de la dilación o la omisión. En el Consejo de Estado ha habido magistrados que han tardado dos años en ser elegidos, o más, o en la Corte Suprema.

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