“Era un hombre bondadoso, tenía un temperamento fuerte, era un poco brusco al dirigirse a mucha gente, pero era el carácter del santandereano, del piedecuestano. El carácter del garrotero es fuerte, pero con mucha sensibilidad humana”.

A la despedida simbólica que los santandereanos le hicieron a Rodolfo Hernández llegaron los que tiene poder: político o económico, o ambos.

Y los que no tienen nada, pero que se hinchan de orgullo al confirmar que conocieron a ‘El Ingeniero’. Y que cierto día les hizo un favor, sin pedirles nada a cambio.

Iban vestidos de protocolo, la mayoría, a la vieja usanza: con ropa negra.

Lucían caras adustas, como si algo acabara de acontecer y, lo mejor es que ‘no me pregunten nada’.

En primera fila, en la columna de la izquierda, contigua a los familias Hernández Suaréz y Hernández Oliveros, se sentó el gobernador de Santander, Juvenal Díaz Mateus.

El Mandatario declaró tres días de duelo en el departamento, en memoria del líder de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, fallecido el pasado lunes, luego de luchar contra un cáncer de colon.

Poco a poco, las sillas contiguas se fueron abarrotando con las demás autoridades locales y departamentales, civiles, militares y de Policía.

Estaban los representantes de los medios de comunicación, de los gremios…algunos de sus subalternos cuando fue Alcalde de Bucaramanga. Otros que lo acompañaron en su constructora HG.

No podían faltar aquellos que llegaron para cazar algún chisme grueso, o delgado, pero al fin y al cabo, un chisme.

Y algunos representantes de la vieja clase política. También los políticos nuevos, pero con las viejas mañas. ¡Qué ironía!

O los que se hicieron viejos, como “Nacho Vega”, sentado al lado, o mejor, muy lejos, de aquellos a quienes ilusionó con la transformación regional a través de la política…sin conseguirlo.

Con la salida ceremonial del sacerdote que oficiaría la misa de despedida, los asistentes supieron por fin qué es eso del silencio sepulcral, que solo fue interrumpido por un coro.

Sus integrantes se ubicaron al lado más derecho del sitio donde comienza la nave central de la catedral de la Sagrada Familia. Interpretaban el Ave María, de Schubert.

“La muerte de nuestro querido hermano Rodolfo, nos entristece…”, dijo en tono grave, el sacerdote, una vez el coro terminó su canto lírico.

“Hoy, con afecto y respeto, derramamos sobre sus cenizas la misma agua que le trajo a la vida…”

Hablan los que lo conocieron

Desde el atrio, donde me ubiqué para ir atrapando una a una las fuentes cuyos relatos me ayudarían a construir este corta historia, me encontré por casualidad, y de frente, con dos personajes que tuvieron la suerte de trabajar con ‘El Ingeniero’.

Bueno, a decir verdad, fueron tres personas.

Dos de ellas, perfectos desconocidos. Así como le gustaban a Rodolfo Hernández.

Betty Ramírez lo conocío en Piedecuesta, en el año 80, es decir, hace más de 44 años.

“Era gran persona, gran empresario. ¿Como ser humano? Increíble”…

“De su legado, recuerdo su trabajo, su responsabilidad y su honestidad”.

Una a una y sin muchas vueltas, Betty expresó su sentir por aquel personaje santandereano que construyó una reputación en todo el país.

Pero cuando le pregunté si su familia debería continuar con la lucha anticorrupción que lo hizo elegir Alcalde y luego, casi lo lleva a la Presidencia de la República, la mujer se recogió con cierto temor.

“Sinceramente, en este país no se puede hablar, porque todo lo que se hable, uno está en contra.

“El hecho de que uno no esté de acuerdo con este Presidente, no es que uno sea uribista, somos personas trabajadoras, como decía ‘El Ingeniero’, berracas y arrechas”.

No supe qué relación tenía una cosa con la otra.

La frase:

“Rodolfo Hernández tuvo la oportunidad de gastarse $140 mil millones durante su campaña, solo se gastó $5.700 millones. En alguna oportunidad me contó que, si volviera a ser candidato a la Presidencia, sería capaz de hacer la campaña con $2 mil millones o menos…”, Camilo Lario, director de la Liga de Gobernantes Anticorrupción.

Nemesio, el jardinero

A nuestro lado, en medio de las dos columnas que forman la nave central, empezaron a ubicarse uno a uno los integrantes de un grupo de hombres vestidos con trajes negros, que exhibían instrumentos musicales recién pulidos.

Cuando miré hacia atrás, para cerciorame de qué se trataba, pude ver a un humilde hombre, vestido de pantalones cortos, que parecía soportar el peso de una de las columnas sobre las cuales se erigió la catedral.

Me dirigí al lugar donde estaba y con mucha timidez respondió a mi saludo.

-Me llamo Nemesio Ortega, señor, de profesión jardinero-.

Se le veían la extracción campesina. Y cual si hubiese buscado con ansias esa oportunidad, continuó su historia sin parar.

“Nos conocemos con Rodolfo Hernández desde jóvenes. Trabajé con él, mi papá también trabajó con él. Viví con la prima de él, en Bogotá, la Dra. Clara Inés Hernández Acuña, que era magistrada de la Corte Suprema de Justicia”.

“Yo soy retirado de la rama judicial, también fui concejal de El Socorro. Tenía 15 años, cuando trabajaba con mi papá, ayudándole a pintar casas, era constratista del Inurbe”.

“Lo acompañaba a pasarles la revista a sus construcciones, era muy exigente”.

Y cuando le pregunté por su legado, Nemesio hizo una pausa corta, respiró profundo y mirándome de frente dijo: “su lucha anticorrupción es difícil, porque la corrupción nunca se acaba, es muy difícil…” Y se quedó en silencio.

Preferí respetar su duelo y me alejé

La esposa de Rodolfo Hernández, Socorro Oliveros, visiblemente afectada por la muerte del exalcalde de Bucaramanga. La acompaña su hijo, Rodolfo José y su madre, Cecilia.La esposa de Rodolfo Hernández, Socorro Oliveros, visiblemente afectada por la muerte del exalcalde de Bucaramanga. La acompaña su hijo, Rodolfo José y su madre, Cecilia.

Carlos, “el garrotero”

Entre la multitud estaba el periodista Carlos Serrano, de Radio Metropolitana, quien tuvo la oportunidad de estar en la campaña de Rodolfo Hernández, cuando se lanzó a la Alcaldía de Bucaramanga.

Carlos recordó que después de que llegó a la alcaldía, “Rodolfo nos invitó a trabajar con él, junto con Mauricio Valbuena. Tuve la oportunidad de acompañarle en todas las ejecutorias en las visitas de obra, en los barrios, en las comunas, en los diferentes corregimientos”.

Recuerda a ‘El ingeniero’ como la posibilidad que tuvo de recibir muchas enseñanzas.

“Era un hombre bondadoso, tenía un temperamento fuerte, era un poco brusco al dirigirse a mucha gente, pero era el carácter del santandereano, del piedecuestano. El carácter del garrotero es fuerte, pero con mucha sensibilidad humana”.

Carlos Serrano afirmó con certeza que Rodolfo era muy amigo de los pobres.

“Hablaba mucho de que hay que darles a los pobres la oportunidad. Que si un rico tenía la oportunidad de estar en un colegio bueno, ¿por qué un pobre no tenía esa posibilidad?”

Y recordó que, para contratar a una persona, ella iba y le decía: ‘ingeniero, quiero trabajar’.

Y lo primero que él le preguntaba era: ‘¿pero usted no roba, no?’

Uno le respondía: ‘no, señor Alcalde, yo no robo?

Y él le decía, bueno, usted qué sabe hacer: ‘yo soy abogado’. Y él le decía: ‘váyase para tal parte’.

De inmediato llamaba al secretario de despacho o al gerente del instituto descentralizado y se lo recomendaba.

Serrano dice que Rodolfo no guardaba una hoja de vida por meses. Inmediatamente, si decía sí, era sí, si no, era no. Era un hombre de carácter, de temple.

El periodista afirma que Rodolfo Hernández cambió la lucha anticorrupción.

“Una cosa fue la Administración Municipal antes de Rodolfo y otra después de Rodolfo”.

Y entre nostalgia y reproche, recuerda que fue él quien frenó la entrega de las secretarías de despacho a los concejales de Bucaramanga. “Mientras fue alcalde, pero recuerde que a él lo suspendieron por el problema con el Concejal, cuando lo golpeó”.

Y con el mismo tono crítico y retador, Serrano señala que, después, “llegó un alcalde que él recomendó, que creyó que le iba aseguir los pasos, pero no, hizo todo lo contrario y empezó a repartir secretarías de despacho y despilfarró la plata, fíjese como está Bucaramanga…”

Los acordes finales

Nuestro diálogo de periodistas quedó interrumpido de pronto, con los primeros acordes de una pieza musical que terminó convertida en el Himno Nacional de la República de Colombia, interpretada por la banda de música del Ejército Nacional.

Eran los hombres de negro que minutos antes habían ingresado disciplinadamente al recinto, portando instrumentos musicales recién pulidos con pomada Brasso.

La ceremonia de despedida estaba a punto de concluir.

Mauricio Hernández, su hijo menor, subió al altar para darle un último adios a su padre.

Recordó que cierto día, cuando hablaban sobre su posible muerte, él le preguntó como le gustaría que se escribiera su epitafio, esa inscripción memorial que iría en su lápida.

Y ‘El Ingeniero’ le respondió: debe decir: “Aquí yace Rodolfo Hernández, quien persiguió el trabajo y el dinero y perdió la salud. Aquí yace Rodolfo Hernández, sin dinero y sin salud…”

¡Y se reía mucho..!

Ingeniero ¡QEPD!

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