El proyecto de la Troncal Central del Norte, entre Santander y Norte de Santander, no requirió licencia ambiental porque fue un proyecto carreteable con mínimo impacto medioambiental, pero hubo compensación. En el área aledaña se trasplantaron frailejones jóvenes.
A 3.860 metros sobre el nivel del mar, entre Santander y Norte de Santander, se ubica la carretera pavimentada más alta de Colombia. En una zona que marca la frontera natural, en plena cuchilla de la Cordillera Oriental.
En ese punto se vislumbra el asfalto que pasa por en medio del Páramo del Almorzadero, un ecosistema intertropical ataviado de la infraestructura vial que se adentró a las montañas más agrestes de Colombia para llevar desarrollo a sus poblaciones.
En ese ‘almorzadero’ a donde bajan y anidan los cóndores andinos, comunidades de Boyacá, Santander y Norte de Santander han sido testigos, a lo largo de los 305 kilómetros de vía, del proyecto la Troncal Central del Norte, a cargo del Invías, entre Duitama y Pamplona.

A lo largo de 350 km
El corredor vial luce distinto gracias a los trabajos de mejoramiento y rehabilitación continuos por el Instituto Nacional de Vías, Invías, a través de recursos que ascienden a los $223.000 millones. Una ruta que recorre 23 municipios del oriente colombiano.
Óscar Cáceres, veedor del proyecto, recuerda que, entre Boyacá y Santander, la vía presentaba un alto deterioro por el paso del tiempo, la falta de intervención preventiva y el alto tránsito de vehículos pesados.
La Troncal Central del Norte históricamente se conocía como la carretera bolivariana. Se empezó a construir en 1905, durante el gobierno de Rafael Reyes, en el trayecto de Bogotá hacia Santa Rosa, lugar de donde era oriundo.
«Pero hoy ha sido posible la recuperación de la transitabilidad, lo que redunda en la dinamización de la economía, mejoras en la calidad de vida de quienes habitan los municipios aledaños a las obras y en generación de oportunidades para el progreso y crecimiento de las provincias de Norte y Gutiérrez, y las de García Rovira (en Santander)”.
En efecto, una de las dinámicas que se han podido percibir en la región es la llegada de empresas que ofrecen portafolio de negocios y servicios que buscan tener sedes a nivel local y establecer sus franquicias en zona, tal es el caso de firmas de salud de segundo y tercer nivel, así como de energía solar, atraídas por las mejoras en la movilidad y que ven en estos municipios un gran potencial para traer nuevas tecnologías y explorar el territorio.

Cambios sociales
En educación, el panorama también cambió. Ahora niños y jóvenes pueden andar por estos sectores en carretera, antes era totalmente destapado. Un claro ejemplo movilidad más segura para los estudiantes de Soatá, Tipacoque, Capitanejo y Belén, que redunda también en reducción de accidentalidad.
A esto se suma la reactivación del comercio rural, puesto que los campesinos ya no solo cultivan sus productos, sino que tienen la posibilidad de intercambiarlos en ciudades como Tunja, Sogamoso, Cúcuta y Bogotá, optimizando tiempos de viaje y costos de operación. Los fletes y logística se abarataron.
Inicialmente, se empezó el proyecto con 232 km. En 1916, se expandió en 105 km hacia el norte, llegando a Sogatá, atravesando el Páramo de Güina y Sátiva, llegando a Soatá. Entre 1927 y 1930, se extendió hacia Capitanejo y se continuó hacia Pamplona.
El ahorro también viene en tiempos. Hace cinco años, los tiempos de recorrido entre Cúcuta y Bogotá oscilaban entre 17 horas y 18 horas, asegura Éiber Gualdrón, conductor de una empresa de transporte de la región. Hoy ese recorrido lo hace en menos de 14 horas.
“En costos, percibimos un gran ahorro en combustible y en el mantenimiento del vehículo. Las obras facilitan, además, el transporte de personas que van rumbo a Chile y Ecuador, además de Venezuela. Antes era una trocha, con zonas angostas y peligrosas, ahora las condiciones de la vía están mucho mejor. También la vía puede ser aprovechada por los turistas que quieren conocer los páramos y las reservas naturales”, afirma Gualdrón.
Desde el inicio de las obras de pavimentación de la carretera bolivariana hasta la conclusión de las labores en el Páramo han pasado 120 años.

La “joya de la corona”
Una buena parte de los ahorros en costos y tiempos de recorrido obedecen también a los trabajos de pavimentación que realiza el Invías en el Páramo del Almorzadero, complejo medioambiental al que muchos llaman la “joya de la corona”.
Es la «joya» por su importancia ecológica y económica. Es un ecosistema único que alberga una gran diversidad de flora y fauna, y que, además, es fuente de agua para millones de personas. A su vez, es un área protegida por el Estado colombiano, y es considerado como una de las reservas de agua más importantes del país.
En sus bosques se encuentran especies de árboles, arbustos, orquídeas, bromelias y helechos que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. En sus páramos se encuentran especies de frailejones, musgos, líquenes y hongos que son esenciales para la regulación del clima. Y en sus lagunas y ríos se encuentran especies de peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos que son endémicas de la región. Y son la principal fuente de agua para el consumo humano, la agricultura y la ganadería de las regiones de Norte de Santander y Santander.
La afectación a la zona de páramo fue mínima puesto que la vía se planteó conservando en trazado original, con leves modificaciones al diseño existente. Adicionalmente, cada vez que se realizan trabajos se recogen los residuos de mezcla para no afectar el ecosistema del páramo.
Es por eso que el proyecto Troncal Central del Norte, que tiene como centro el municipio de Chitagá, en Norte de Santander, asumió el enfoque medioambiental para proteger el medioambiente de esta zona.
Al lugar se llega en sentido sur – norte, tras un ascenso prolongado por los municipios de Málaga, Concepción y Cerrito (Santander) y en sentido norte – sur, desde Cúcuta pasando por Pamplonita y Pamplona.
Antes de que se iniciaran los trabajos, atravesar el Páramo del Almorzadero no solo requería de paciencia, sino de que las condiciones climáticas fueran favorables. El sector era una trocha completa, lleno de baches y huecos donde los accidentes eran pan de cada día.

Conducir por el páramo
Alexis Rincón, un joven conductor, quien tiene un poco más de 20 años y transporta chatarra entre Cúcuta y Sogamoso, recuerda el día en el que viajaba junto a su papá y su hermano por la zona del Páramo.
“Ese día estaba lloviendo y el camión se quedó atascado en medio del barro, cuando intentamos sacarlo de ahí la cabina brincó y quedó con las llantas patas arriba. Necesitamos la ayuda de muchos para sacarlo. Pero hoy, con estas obras estamos transitando de manera segura, nos ahorramos buen tiempo en los viajes, ya no tenemos que padecer cuando los carros se quedaban atascados, ahora pasamos tranquilamente porque está bien pavimentado”, relata Rincón.
Según Invías, pavimentar en el páramo no ha sido tarea fácil. Igual que atravesarlo requirió de paciencia, con las obras ocurrió lo mismo.
Primero, porque debía realizarse en una zona con unas condiciones de suelo especiales, llena de frailejones, en un entorno de conservación ambiental, y a una altura en la que nunca el Invías había llevado a cabo pavimentación alguna: 3.860 msnm.
También con alta nubosidad, lluvias constantes (en este sector llueve copiosamente 8 de los 12 meses del año), fuertes vientos y sin restringir el tránsito de vehículos, que en ocasiones quedaban presos del barro durante 2 días o 3 días.
Ahora está a punto de llevar a feliz término el proyecto, que consiste en la pavimentación del sitio más icónico de toda la troncal, del que solo faltan 900 metros.
Igualmente, Sarmiento destaca que en los 305 km del proyecto se ha realizado el mantenimiento de 45 km y la rehabilitación de otros 16 km entre Duitama y Capitanejo. Asimismo, la pavimentación de 27 km incluyendo el sector del páramo, entre Cerrito y Capitanejo, y se construyen 2 puentes metálicos, así como la pavimentación de sitios críticos entre Cerrito y Pamplona.
A lo largo del corredor se han empleado materiales de pavimento reciclado y se han llevado a cabo obras con participación comunitaria que favorecen a los habitantes de la zona, tanto en la generación de empleo como en la irrigación de riqueza.
Han sido dos años y medio de trabajos, en esta última etapa, que han permitido que la Troncal Central del Norte ofrezca una nueva y mejor vía para los usuarios que por ella transitan. También calidad de vida, confort, oportunidades de crecimiento económico y compromiso social en estos municipios.
Así lo califica, el veedor Óscar Cáceres cuando afirma que “el sueño de conectividad que vieron mis ancestros logró materializarse y convertirse en un trabajo de gran envergadura para los habitantes de esta provincia, quienes crecimos viendo las dificultades de conectividad y hoy estamos satisfechos de ver las obras terminadas con altos estándares de calidad”.

Compensaciones y beneficiarios
A lo largo del proyecto se han realizado cinco obras con participación comunitaria (OPC) en los municipios de Belén, Capitanejo, Chitagá y Málaga.
Este año hay en marcha otras 31 obras en los 23 municipios que recorre la Troncal Central del Norte. Entre ellas resaltan campos deportivos, escuelas rurales, baterías de cocina y adecuación de aulas. El promedio de obras por municipios es de tres.
De lo anterior da fe Yurley Natalia Pérez, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio Santo Domingo, en Capitanejo (Santander). Su comunidad resultó favorecida con un polideportivo
“Esta es una bonita obra fruto del esfuerzo y la ilusión de la comunidad de ver reformado el parque, a donde ahora acuden personas de todas las edades para compartir esparcimiento y transformar el ocio en actividades lúdicas productivas. La comunidad participó activamente beneficiando no solo a los niños de esta comunidad, sino de barrios vecinos que llegan a practicar deporte y a participar en torneos deportivos», cuanta Pérez.

Este sitio era un botadero de basura y ahora cambió muchísimo, según la líder comunitaria, y se convirtió en un gimnasio biosaludable que deseaba la comunidad para hacer ejercicio.
«Me satisface ver a los niños en los campeonatos, haciendo ejercicio, corriendo y jugando, es algo que no tiene precio”, remata Pérez.
Por su parte, Mábel Balaguera Solano, docente de la Institución Educativa Técnica Susana Guillemín, en Caracoles, vereda el Bosque, del municipio de Belén (Boyacá, narra que fueron favorecidos con los arreglos de la cocina, la adecuación del comedor, la iluminación de las aulas, cambios de tejas y la pintura de toda la escuela, lo cual beneficia a 21 niños entre los grados de transición y quinto de primaria.

«El cambio fue radical porque antes la sede estaba llena de goteras, teníamos vidrios que no servían, el comedor era muy pequeño y la cocina no tenía suficiente ventilación. Las obras en las que se vincularon los padres de familia y que contaron con recursos del Invías y mano de obra de los contratistas permitieron un cambio notable”, resalta la docente.
Asimismo, Virgilio Hernández, operario de terminadora de pavimento considera que su labor representa una forma de contribuir al progreso de la zona, «de que tengamos una vía en condiciones óptimas para el transporte de pasajeros, alimentos, turistas».
Hernández es de Útica, en Cundinamarca. Y llegó al Páramo del Almorzadero motivado por la empresa en la que está vinculado. «Cuando llegué esto era terrible, esto era puro pantano, lleno de huecos. Quienes lograban atravesar este sector eran verdaderos héroes. Hoy en día hemos podido vencer las condiciones agrestes el clima del páramo, de bajas temperaturas, de vientos que calan hasta los huesos. Pavimentarlo ha sido una obra muy dura, que agota el cuerpo, en el que pesa el aire, la altura y la lluvia permanente».
El operario dice que en días nublados y con lluvia solo podían trabajar dos horas diarias. A veces no podían llegar hasta la cima porque la zona se había empantanado y los carros quedaban atascados, volquetas enterradas o volteadas, toda una odisea.

«Ahora los turistas pueden apreciar los hermosos paisajes el páramo. Ojalá valoren el esfuerzo para que visiten estos hermosos páramos. Se sufre por el clima, pero con un buen abrigo se pasa chévere», expresó Hernández.