Es la primera vez en la historia que una persona llega a ser presidente de la Academia Colombiana de la Historia y también de la Academia Colombiana de la Lengua. Este logro lo alcanzó Eduardo Durán Gómez, quien desde ya dirige esta última institución que vela por la defensa y el perfeccionamiento del idioma español, a través de normas gramaticales, ortográficas y el registro de transformaciones progresistas de la lengua castellana.
El santandereano Eduardo Durán Gómez, escritor, periodista, abogado, filósofo e historiador, asumió el cargo de director de la Academia Colombiana de la Lengua para el periodo 2024-2026.
Él es egresado de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, con especialización en Derecho Público, magíster en Historia y PhD en Filosofía y Educación. Fue director de Vanguardia y presidió la Academia Colombiana de Historia durante dos periodos; y además de su fecunda actividad académica, es el notario 38 del Círculo de Bogotá.
Su nombramiento tiene un enorme significado, pues se trata dirigir una de las instituciones académicas más antiguas del país, fundada hace ya 153 años, por don José María Vergara y Vergara, don Miguel Antonio Caro y don José Manuel Marroquín, quienes posteriormente fueron presidentes de la República, y fueron llamados los mandatarios gramáticos.
Tras una ceremonia realizada en el paraninfo de esa institución en Bogotá, Durán Gómez tomó posesión y dijo en su alocución que “el idioma sirve para construir o para destruir”.
Sobre su compromiso con este nuevo reto, agregó: “cuando la representación del paso del tiempo nos indica que para esta venerable institución el anuario se ha repetido ininterrumpidamente en 153 ocasiones, nos levantamos erguidos para contemplar su pasado glorioso, para advertir el futuro y para vislumbrar el esplendor del idioma, aquel que heredamos de la Madre Patria y que nos ha identificado más allá de la quinta centuria”.
“Cuando ingresamos al vestíbulo de este imponente palacio, que es a su vez el templo del idioma, nos inclinamos reverentes ante el bronce que plasma le efigie de Cervantes, que pareciera, desde su epopéyica figura, escrutar la presencia de quienes aquí concurren para prolongar su tarea y para proyectar el instrumento grandioso de la expresión que él supo patentar en la grandiosa obra de la literatura universal y que significó la consolidación definitiva del idioma”, añadió.
“Y cuando nos introducimos en este paraninfo, el aula máxima de la institución, en donde la solemnidad está llamada a revestir los momentos importantes de nuestro trabajo académico, evocamos de inmediato el sentimiento de nuestra misión, para renovar los espíritus y para reafirmar el compromiso con las exigencias institucionales que se nos imponen”, precisó.
Y continuó: “Por estos amplios salones, de letras y de sueños, han desfilado los más importantes protagonistas de la expresión oral y escrita, que además se ha visto plasmada en profundas obras de la literatura, de la poesía, de la lingüística, de la dramaturgia, del periodismo y de la ciencia”.
“El idioma es dinámico, se enriquece diariamente con nuevas acepciones, que poco a poco van ganando terreno en los diversos escenarios de su uso, hasta lograr que las mayorías hablantes las adopten y que el consentimiento sesudo de los eruditos las apruebe, dentro de un proceso purificador que conlleva la aplicación de la jurisprudencia del lenguaje, para llegar a la ansiada elocución y prosodia”, agregó.
“A los académicos de la lengua se nos acostumbra a ver como a unos árbitros o jueces, y a veces hasta como policías del idioma. No; nuestra labor está concentrada en ser simplemente armonizadores de la expresión, en donde resulta indispensable velar por un proceso que no estimule el desorden, que no propugne por las formas cacofónicas de la expresión y que mantenga el ritmo para que el ejercicio de hermosear el lenguaje nos asista a todos los que lo hablamos, y en esa labor, se nos permita mantenerlo en salvaguardia y librarlo de fatales variaciones”, precisó.
Y añadió: “por otro lado, en las academias de la lengua, hacemos un trabajo más allá del estudio del ordenamiento lingüístico, y de la aplicación de los cánones gramaticales; promovemos la literatura, la poesía, el periodismo, nos asociamos a la ciencia para estimular su expresión y nos juntamos con todos aquellos que quieran hacer del idioma una herramienta creativa y estimulante para la comunicación, para la construcción de formas y espacios, y para estimular el progreso de cualquier iniciativa humana. Y desde luego, para la recreación, pues todo espacio alentado por el buen hablar o el buen escribir, se convierte en una ocasión sugerente para alentar la vida”.
“La lengua es entonces un instrumento de múltiples facetas, que el ser humano tiene a su alcance para crear o para destruir, para alegrar o para amargar; para estimular o para minimizar; para dilucidar o para opacar. Nos acompaña también en el silencio o en el bullicio, y nos lleva más allá de la existencia, cuando es posible evocar el legado que dejaron las palabras pronunciadas y los vocablos escritos, en el trasegar de la existencia”, destacó Durán Gómez.
A su juicio, “el lenguaje tiene que procurar siempre ir más allá de una común medianía, para abarcar nuevos espacios, en donde sea posible estimular a todos aquellos que le imprimen nuevos elementos y que están destinados a aportarle frutos sustanciosos que terminan dando nuevas semillas para que dentro de su posterior proceso de germinación, abunden en frondosos ramajes y florescencia cautivante; como diría García Márquez ‘cuantos millones de años tuvieron que pasar, para que la rosa fuera rosa, con el único propósito de que fuera hermosa’. Tenemos que entonces, armonizar ese movimientos para que sea asertivo, para que el universo de la expresión luzca los más cautivantes destellos y estimule las más creativas expresiones”.
“Muchas tareas nos esperan; no solo las tradicionales e irrenunciables de conservar y dar esplendor a la lengua, sino las que se nos advierten con la aparición de la modernidad, impulsiva y huracanada, y que a través de los nuevos medios de comunicación electrónica se desatan a toda prisa y que es necesario procesar y ordenar para que nuestra lengua no pierda su esencia y para que la comunicación pueda preservar instrumentos idóneos y eficaces en el alcance de sus objetivos. ¡Todo no vale! Podemos decir con rotunda expresión; y quienes somos vigías del idioma, nos corresponde actuar y marchar a la par de esas dinámicas, en misión depuradora, y en la irrenunciable función de aplicar la balanza que deseche las partículas de baja ley, que contaminan”, comentó.
“Tenemos entonces un alto compromiso, y una tarea enorme que no dejaremos desvanecer. El horizonte está abierto, el derrotero lo han marcado los grandes intelectuales que por estos amplios salones han desfilado con el vigor sus talentos; no seremos inferiores a la tarea encomendada. La academia se ha venido robusteciendo con un grupo muy selecto de intelectuales de gran valía. Éstos, y aquellos que nos han venido acompañando con su tesonera y admirable labor, conformaremos todos la fuerza envolvente y fúlgida que impulsará los requerimientos que nuestra lengua requiere para que, tal como lo dispone el ordenamiento de la Real Academia, sea fecunda y resplandeciente”, puntualizó el nuevo director de la Academia Colombiana de la Lengua.