Uno de los más fervientes críticos de Vladimir Putin, Alexei Navalny, falleció en prisión este viernes, cumpliendo una sentencia de 19 años por cargos que, según se denunciaba, eran fabricados con motivos políticos.
Las circunstancias exactas de su fallecimiento no están claras, y el servicio penitenciario de Rusia está llevando a cabo una investigación, según Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin.
El ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Stéphane Séjourné, afirmó sin reservas que Navalny había «pagado con su vida» por su «resistencia contra la opresión rusa».
El fallecimiento de Navalny se une a una lista en crecimiento de opositores y críticos de Putin que han muerto en circunstancias sospechosas, tanto en Rusia como en el extranjero.
Un «aliado» de otro bando
En agosto de 2023, Yevgeny Prigozhin, conocido por ser el fundador del grupo de mercenarios Wagner, murió en un siniestro aéreo en el noreste de Moscú.
El hecho de que esto ocurriera justo dos meses después de que Prigozhin desafiara abiertamente el poder de Putin, algo que no sucedía desde hacía más de dos décadas, despertó sospechas tanto en el interior como en el exterior del país.
Desde Estados Unidos, Francia y Reino Unido, se insinuó la teoría de que la muerte de Prigozhin y parte de la cúpula de Wagner había sido orquestada por el propio gobierno de Moscú. Este planteamiento parecía sacado de una trama de película de Hollywood.
Hace apenas unos meses, Prigozhin era considerado uno de los colaboradores más cercanos del presidente ruso. Sin embargo, comenzó a cuestionar públicamente las decisiones del alto mando militar ruso sobre la invasión de Ucrania.
El mandó a sus hombres a tomar la ciudad de Rostov del Don, cerca de la frontera del país invadido, y luego sus mercenarios avanzaron hacia Moscú con el supuesto objetivo de pedir la destitución del ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y de sus colaboradores más cercanos.
A pesar de que la insurrección no escaló más allá, las acciones del grupo de mercenarios marcaron el fin del mito de un control absoluto ejercido por Putin sobre el país.
Putin caracterizó la rebelión como un intento de «golpe de estado» y prometió una severa represalia para los cabecillas, a los que denunció como «traidores».
La habilidad de Prigozhin para moverse libremente en Rusia y en el extranjero en las semanas previas a su muerte sugiere que el mandatario está firmemente convencido de que «la venganza es un plato que se sirve frío».
Labrando su propio destino
La desaparición repentina de Prizoghin no se percibió como una sorpresa, ya que no era la primera vez que opositores, disidentes o críticos del mandatario ruso desaparecían de manera conveniente.
Uno de los primeros en perder la vida fue el diputado Vladímir Golovliov, quien fue baleado en Moscú en 2002 mientras paseaba a su perro. A pesar de que inicialmente había respaldado al mandatario durante su ascenso al poder a principios de siglo, luego rompió con él y comenzó a criticarlo.
Antes de su muerte, desde el oficialismo ruso acusaron a Golovliov de haber obtenido fortuna ilegalmente durante las privatizaciones realizadas tras el colapso de la Unión Soviética.
Menos de un año después, Serguéi Yushenkov, otro diputado liberal, fue tiroteado en las calles de Moscú. Yushenkov presidió el comité parlamentario que investigó los atentados contra edificios de apartamentos ocurridos en septiembre de 1999, de los que Moscú culpó a terroristas chechenos, un argumento que usaron para lanzar la segunda guerra contra la separatista república caucásica. El malogrado legislador sospechaba que los atentados fueron orquestados por los servicios secretos rusos.
El 7 de octubre de 2006 ocurrió uno de los casos más conocidos a nivel internacional: el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya, quien denunció las violaciones a los Derechos Humanos cometidas por las tropas del Kremlin en Chechenia desde el diario ruso Novaya Gazeta.
Aunque en 2014 se condenó a cinco presuntos autores materiales del crimen a largas penas de prisión, las autoridades nunca identificaron a quienes contrataron a los sicarios y el caso fue archivado en 2021.
De la oposición a la tumba
El asesinato de Boris Nemtsov el 27 de febrero de 2015 fue un evento que desató sospechas sobre la posible implicación del Kremlin en la eliminación física de sus adversarios. Nemtsov fue asesinado cerca del edificio que alberga el despacho de Putin.
En la década de los 90, Nemtsov se había convertido en una estrella en ascenso en la política rusa y era considerado como un posible sucesor del entonces presidente Boris Yeltsin, quien finalmente decidió apoyar a Putin. Nemtsov, un científico y político liberal, había sido muy crítico de Putin desde el principio, particularmente en lo que respecta a la política de Rusia hacia Ucrania y sus intentos de mantenerse en el poder. Como resultado de sus posturas, Nemtsov fue encarcelado en al menos tres ocasiones.
En las elecciones presidenciales de 2008, Nemtsov inicialmente intentó competir contra Putin, pero posteriormente abandonó su candidatura. Al año siguiente, junto con otros opositores destacados como el excampeón mundial de ajedrez Garry Kasparov, fundó el partido Solidaridad.
Aunque los asesinos de Nemtsov eran miembros de las fuerzas leales al líder checheno, Ramzan Kadyrov, las posibles conexiones de este reconocido aliado de Putin con el crimen nunca fueron investigadas.
Desde principios de los años 2000, otros seis políticos, periodistas y activistas de derechos humanos críticos con Putin han sido asesinados en Rusia.
Salir del país no es seguro de vida
En la lista de disidentes y opositores muertos, se incluyen no solo personas que permanecían en Rusia, sino también aquellos que creían que marchándose estarían a salvo.
Un caso muy conocido es el del ex espía Alexander Litvinenko, que falleció en un hospital de Londres en noviembre de 2006 tras enfermar repentinamente. Se descubrió que había sido envenenado con polonio 210, un material altamente radioactivo.
Litvinenko había buscado refugio en el Reino Unido a principios de siglo tras denunciar que sus superiores le habían ordenado asesinar al oligarca Boris Berezovsky.
Berezovsky también murió fuera de Rusia. En marzo de 2013, su cuerpo fue encontrado en su residencia en Surrey, al sureste de Inglaterra.
Aunque hay versiones que sugieren que Berezovsky se suicidó debido a problemas financieros, durante su exilio sufrió varios atentados y una constante persecución judicial por parte de Moscú, lo que plantea la posibilidad de que hubiera sido ejecutado.
Berezovsky, quien acumuló una gran riqueza durante el gobierno de Yeltsin, inicialmente se alió con Putin y financió su primera campaña presidencial. Sin embargo, surgieron desacuerdos cuando el Kremlin le quitó la televisora que poseía.
En marzo de 2018, otros disidentes rusos exiliados en el Reino Unido fueron víctimas de un atentado presumiblemente orquestado por Moscú. El exespía Serguéi Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con novichok, un potente veneno, por supuestos agentes rusos en la ciudad inglesa de Salisbury.
Skripal trabajó para el Departamento Central de Inteligencia de Rusia (GRU, por sus siglas en ruso), pero también era un doble agente del servicio británico de espionaje MI6 hasta su arresto en 2004.
El espía fue condenado por la justicia rusa a 13 años de prisión por el delito de traición, pero luego fue intercambiado por agentes detenidos en EE.UU.
Dos de los autores del atentado fueron identificados por Londres como miembros de la inteligencia rusa y pidió a Moscú su extradición.
No obstante, el gobierno ruso ha negado su vinculación con el hecho y no ha respondido a la solicitud; como resultado, las relaciones bilaterales ya estaban tensas antes de la invasión de Ucrania.
La lista se extiende para incluir los nombres de al menos media docena de oligarcas y exfuncionarios rusos que han perdido la vida en circunstancias misteriosas desde el comienzo de la invasión a Ucrania.
Uno de los fallecimientos más destacados fue el del presidente de la gigante petrolera rusa Lukoil, Ravil Maganov, quien murió en septiembre de 2022 después de «caerse de una ventana» en el hospital moscovita donde estaba hospitalizado, según informaron las autoridades.
«El mensaje de Putin durante las últimas dos décadas ha sido claro: la oposición no será tolerada y tendrá consecuencias fatales», advirtió el profesor de la Universidad de Birmingham Stefan Wolff en un artículo.
El experto en Seguridad Internacional también considera que la estrategia adoptada por el presidente ruso ha sido “altamente efectiva” porque le ha permitido «suprimir a la disidencia» y le ha permitido «superar cualquier desafío interno».
Sin embargo, también señaló que esta política tiene la desventaja de que aumentará la desconfianza y la paranoia del líder ruso hacia sus colaboradores.