La reconocida periodista argentina María Julia Oliván sorprendió a sus seguidores con un video desde el hospital. Lo que contó sobre su estado de salud, las cirugías que ha enfrentado y el dolor que vive a diario dejó a muchos sin palabras.

“Hay un momento en que toda tu vida entera depende de que alguien te ayude”. Esa frase, cargada de dolor y vulnerabilidad, la pronunció con voz frágil desde una camilla la periodista argentina María Julia Oliván, quien atraviesa uno de los capítulos más difíciles de su vida luego de sufrir un accidente doméstico que le dejó el 25 % de su cuerpo con quemaduras de gravedad.

Internada desde hace 19 días en el Hospital Alemán de Buenos Aires, la comunicadora compartió un video con sus seguidores en el que habló, sin filtros ni dramatismos, sobre el estado real de su salud, las cirugías que ha enfrentado, seis hasta ahora, y la que está por llegar, la séptima. En bata, acostada, con la mano vendada y el rostro visiblemente afectado, confesó que aún no puede pararse sola, que el dolor no cede, y que la recuperación no es solo física, sino profundamente emocional.

Así fue el accidente de periodista argentina que se incendió con etanol

El hecho ocurrió a mediados de junio, en la casa que María Julia llama “Border”, un espacio donde trabaja contenidos para redes sociales y entrevistas. Estaba grabando un video, como tantas otras veces, y al terminar decidió prender la chimenea. Usó etanol, un líquido inflamable que, en cuestión de segundos, se transformó en una trampa ardiente: una chispa encendió el vapor del alcohol y el fuego se expandió violentamente, envolviéndola.

El fuego le alcanzó una pierna, la mano, el cuello, el mentón y parte del rostro. La reacción de su compañera, la periodista Valentina Bonadeo, fue crucial: le gritó que se quitara la ropa y la ayudó a correr hasta la ducha para apagar las llamas. Fue un acto instintivo que le salvó la vida.

Después del accidente, el traslado al hospital no fue inmediato. La periodista debió soportar largos minutos hasta ser atendida, con la piel en carne viva, temblando por el dolor, la adrenalina y el impacto. Ya en el Hospital Alemán, ingresó directamente a terapia intermedia y comenzó un proceso médico extenso y meticuloso.

Le han administrado fuertes analgésicos —fentanilo, ketamina, morfina— para mitigar el dolor insoportable de las quemaduras y de los procedimientos posteriores. La piel, al ser un órgano sensible, reacciona con cada intervención quirúrgica como si fuera una nueva herida. “Cuanto más pasa el tiempo, más duele”, dijo Oliván en su último mensaje, con los ojos humedecidos por la fiebre que recién ese día, por primera vez, había cedido.

En su video más reciente, la periodista habló sobre la sensación de estar inmóvil, de no poder moverse ni alcanzar su mesita de luz. “No hay distancia más larga que la que existe entre tu mano y la mesita de luz de un paciente”, reflexionó. La frase conmovió a sus seguidores, que rápidamente llenaron su publicación con mensajes de apoyo, admiración y amor.

No es fácil pasar de la autonomía total a la absoluta dependencia, pero ella lo enfrenta con honestidad y coraje. Aun en medio del dolor, encuentra palabras para quienes la siguen desde hace años en el periodismo y en las redes. Habla como lo haría en sus programas, con esa mezcla de análisis y humanidad que la caracterizan.

Uno de los momentos más emotivos de su testimonio fue cuando mencionó a su hijo, Antonio, un niño de ocho años que también ha estado en terapia debido a su diagnóstico del espectro autista. El pequeño, lejos de asustarse, ha sido una fuente inagotable de fortaleza para su madre. “Tenés que tener paciencia, falta tanto tiempo, ahora viene lo más complicado, pero después se sale, y después no te vas a acordar”, le dijo él, con una madurez que sorprendió incluso a ella.

Oliván se deshace en ternura cuando lo menciona. Asegura que su mayor motivación para salir adelante es volver a abrazarlo, volver a la rutina, volver a estar ahí para él.

El proceso aún está lejos de terminar. Las cirugías continuarán en los próximos días. Los médicos han sido claros: se trata de un tratamiento largo, con riesgo de infecciones, posibles injertos de piel, rehabilitación muscular y cuidado emocional.

Ella lo sabe y no se engaña. Ha pedido tiempo, paciencia, y sobre todo, respeto a los tiempos del cuerpo. También ha convertido su dolor en un relato compartido, abriendo una ventana íntima a lo que viven cientos de pacientes quemados que pasan por situaciones similares.

María Julia Oliván no ha dejado de ser periodista ni siquiera en este contexto. Desde su cama, continúa narrando su historia como lo haría con la de otra persona, con precisión, con enfoque, y con el corazón en la mano. Sabe que está contando una historia difícil, pero también una historia de vida.

En tiempos en los que las redes sociales se llenan de filtros y máscaras, ella ha elegido mostrarse en carne viva —literalmente—, con cicatrices, dolor, debilidad, pero también con la fortaleza que emerge de lo humano.

Y así, mientras se prepara para su séptima cirugía, su mensaje no es de lástima, sino de resistencia: “Esto también va a pasar. Y un día, lo contaré como una anécdota”.

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