A pesar de ser una fibra natural, biodegradable y que garantiza las condiciones necesarias para los alimentos, la producción del fique es más costosa que la de los sintéticos por su forma de producción a pequeña escala y artesanal.
Lejos de las ilusiones que trae cada nuevo año, las familias de Aratoca que llevan décadas dedicadas al cultivo y la transformación de la fibra de fique empezaron el 2024 llenos de preocupaciones y en lo que parece ser el inicio de una gran crisis económica que pone en riesgo una tradición que llevan en la sangre.
El tejer o hilar fique, además de ser el principal sustento de más de 1.700 familias de esta población de la provincia Guanentá, es una actividad que hace parte de su historia y que cada día está más amenazada por factores como las reglamentaciones oficiales y la sustitución de los sacos elaborados en fibra natural por otros en fibra sintética que normalmente llegan desde el exterior.
En esta ocasión, la nueva amenaza es el decreto técnico 1427 de 2023, emitido en diciembre por la Gobernación de Boyacá. En dicho documento, explicó Luz Stella Aparicio, una microempresaria del fique de Aratoca, se abrió la puerta para que los productores y comercializadores de zanahoria usaran los sacos en fibra sintética y las canastillas para empaquetar y transportar.
Aparicio indicó que a pesar de ser una fibra natural, biodegradable y que garantiza las condiciones necesarias para los alimentos, es más costosa por su forma de producción a pequeña escala y de transformación artesanal.
Por este contexto del mercado, hoy las familias productoras de fique de Aratoca se quedaron literalmente sin trabajo, porque esta es la principal fuente de ingresos. Aparicio dijo que en los almacenes que se encargan de comercializar este año dejaron de comprar los sacos a los productores porque no hay a quién venderle.
“Una familia traía a la semana 80 pares de sacos, que representaban para ellos $480.000”, aseguró Aparicio.
Una muerte lenta
Freddy Gutiérrez, productor de fique que heredó la tradición de sus papás, contó que esta nueva normatividad les quitó prácticamente el único cliente que les quedaba
“Primero fue la papa ya hace muchos años, luego la habichuela y ahora la zanahoria”, dijo el campesino, quien representa los intereses de fiqueros de Aratoca, San Joaquín, Onzaga, Mogotes, Villanueva, Barichara y otras poblaciones.
“La otra opción que tenemos es el café, pero eso es algo que llega por temporadas y cuando la cosecha baja se pierde parte del trabajo”, explicó.
Y el Gobierno nacional
La única opción de los fiqueros es que el Ministerio de Agricultura emita una norma que proteja la actividad, pero hasta ahora las conversaciones no llevaron a ningún lado.
Aparicio contó que el año pasado viajaron hasta Bogotá para reunirse con funcionarios de Minagricultura. Y aunque fueron escuchados, no pasó nada. Ahora la única opción que parece quedarles es salir a protestar, idea que no descartan y cada día toma más fuerza.
Lejos de las ilusiones que trae cada nuevo año, las familias de Aratoca que llevan décadas dedicadas al cultivo y la transformación de la fibra de fique empezaron el 2024 llenos de preocupaciones y en lo que parece ser el inicio de una gran crisis económica que pone en riesgo una tradición que llevan en la sangre.
El tejer o hilar fique, además de ser el principal sustento de más de 1.700 familias de esta población de la provincia Guanentá, es una actividad que hace parte de su historia y que cada día está más amenazada por factores como las reglamentaciones oficiales y la sustitución de los sacos elaborados en fibra natural por otros en fibra sintética que normalmente llegan desde el exterior.
En esta ocasión, la nueva amenaza es el decreto técnico 1427 de 2023, emitido en diciembre por la Gobernación de Boyacá. En dicho documento, explicó Luz Stella Aparicio, una microempresaria del fique de Aratoca, se abrió la puerta para que los productores y comercializadores de zanahoria usaran los sacos en fibra sintética y las canastillas para empaquetar y transportar.
Aparicio indicó que a pesar de ser una fibra natural, biodegradable y que garantiza las condiciones necesarias para los alimentos, es más costosa por su forma de producción a pequeña escala y artesanal que una fibra sintética.
Por este contexto del mercado, hoy las familias productoras de fique de Aratoca se quedaron literalmente sin trabajo, porque esta es la principal fuente de ingresos. Aparicio dijo que en los almacenes que se encargan de comercializar este año dejaron de comprar los sacos a los productores porque no hay a quién venderle.
“Una familia traía a la semana 80 pares de sacos, que representaban para ellos $480.000”, aseguró Aparicio.
Una muerte lenta
Freddy Gutiérrez, productor de fique que heredó la tradición de sus papás, contó que esta nueva normatividad les quitó prácticamente el único cliente que les quedaba
“Primero fue la papa ya hace muchos años, luego la habichuela y ahora la zanahoria”, dijo el campesino, quien representa los intereses de fiqueros de Aratoca, San Joaquín, Onzaga, Mogotes, Villanueva, Barichara y otras poblaciones.
“La otra opción que tenemos es el café, pero eso es algo que llega por temporadas y cuando la cosecha baja se pierde parte del trabajo”, explicó.
Y el Gobierno nacional
La única opción de los fiqueros es que el Ministerio de Agricultura emita una norma que proteja la actividad, pero hasta ahora las conversaciones no llevaron a ningún lado.
Aparicio contó que el año pasado viajaron hasta Bogotá para reunirse con funcionarios de Minagricultura. Y aunque fueron escuchados, no pasó nada. Ahora la única opción que parece quedarles es salir a protestar, idea que no descartan y cada día toma más fuerza.