Con solo 400 mil pesos y una maleta, Daniela Arbeláez Rubio llegó a Bogotá decidida a cumplir su sueño: trabajar en el cine. Hoy hace parte del equipo de vestuario de dos éxitos de Netflix, “Delirio” y “Secuestro del vuelo 601″, donde su pasión por el arte y la estética de época la han llevado a destacarse.

Con solo 400 mil pesos y una maleta, Daniela Arbeláez Rubio llegó a Bogotá decidida a cumplir su sueño: trabajar en el cine. Hoy hace parte del equipo de vestuario de dos éxitos de Netflix, “Delirio” y “Secuestro del vuelo 601″, donde su pasión por el arte y la estética de época la han llevado a destacarse.

Daniela nació en Venezuela, pero llegó a tierras santandereanas decidida a hacer realidad su sueño.

Y es que cuando Daniela Arbeláez Rubio habla del set de grabación, lo hace con los ojos encendidos. “Yo amo el set”, dice, como si ese fuera su lugar natural en el mundo. Y lo es. En poco tiempo, esta directora de arte y vestuarista formada en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Unab) ha logrado lo que para muchos parece un sueño lejano: trabajar en dos grandes producciones de Netflix, Secuestro del vuelo 601 y Delirio, como runner de vestuario, un rol esencial y multifuncional que la ha llevado a estar en el corazón mismo de la acción audiovisual.

Pero su historia, como muchas otras en el medio, no comenzó con reflectores. Nació en Venezuela, creció entre escenarios de teatro y se radicó en Bucaramanga hace una década. “Desde chiquita soñaba con esto”, confiesa. Y cuando comenzó sus estudios en artes audiovisuales en la Unab, lo hizo con una claridad poco común: sabía que lo suyo era el departamento de arte. Pronto su entusiasmo, disciplina y enfoque la hicieron destacar entre compañeros de semestres más avanzados. Así fue ganándose un lugar en los rodajes universitarios y más adelante, en producciones profesionales.

Lo que más le fascina del vestuario es su poder para habitar otras épocas, otros mundos. En Delirio, por ejemplo, estuvo a cargo del vestuario en escenas ambientadas en la infancia de los personajes principales. “Era muy mágico”, recuerda, “porque rodábamos en la misma casa, pero dos semanas después todo cambiaba: ahora era la casa cuando la mamá y la tía de Agustina eran niñas”. Ese viaje entre tiempos, esa capacidad de crear universos con telas, botones y texturas, es lo que la enamora del oficio.

Y no ha sido un camino fácil. El mundo del cine y la televisión es exigente, inestable y absorbente. “Uno sacrifica muchas cosas: estar con la familia, los festivos, los fines de semana. Se trabaja 12 o 14 horas al día”. Pero para Daniela, la recompensa es inmensa: “no hay nada más precioso que ver una prenda que uno ayudó a construir aparecer en pantalla”.

Delirio tuvo un arranque meteórico en la Netflix, con un ingreso al Top 10 global de series no anglófonas en su primera semana y más de 2.2 millones de visualizaciones en la segunda (y todavía está en el Top 10 Colombia), sino que también ha sido celebrada por su impecable factura visual. Entre los aspectos más destacados está el vestuario: Medios especializados subrayan la fuerza estética de la serie y el cuidado con el que se reconstruye la atmósfera ochentera, desde las texturas hasta las siluetas.

En Rotten Tomatoes, las reseñas internacionales coinciden: Delirio “luce y se siente como el pasado”, un reconocimiento indirecto pero elocuente al trabajo del departamento de arte y vestuario.

Vestir la historia: la clave de la santandereana Daniela Arbeláez en Netflix. Foto suministrada/VANGUARDIAVestir la historia: la clave de la santandereana Daniela Arbeláez en Netflix. Foto suministrada/VANGUARDIA

“Gajes del oficio”

En la lista de créditos de una serie, pocas personas entienden a simple vista lo que hace un runner de vestuario. Pero detrás de cada camisa sin arrugas, de cada accesorio colocado en su justa medida, de cada escena que mantiene la continuidad del día de historia, aunque hayan pasado semanas entre tomas, suele haber alguien como Daniela Arbeláez Rubio, corriendo por el set, plancha en mano, kit de emergencia al hombro y cabeza fría para resolver lo inesperado.

El runner es el músculo operativo de este departamento. Es quien garantiza que la ropa de los personajes esté limpia, marcada, colgada por actor y por escena, y lista para responder a la presión del rodaje.

El trabajo comienza mucho antes del “acción”. Requiere recoger, alquilar o devolver prendas y accesorios; etiquetar y organizar los percheros por día de llamado; asistir a las pruebas de vestuario, tomar medidas, hacer ajustes rápidos y preparar las bolsas de continuidad con cada pieza y su estado exacto. Todo eso antes de que llegue el talento.

Ya en set, su rol se transforma: debe estar al lado de cámara para corregir arrugas, pelearse con los cuellos rebeldes, asegurar que un micrófono no traicione el escote del vestuario, ejecutar cambios express entre toma y toma, y, quizás lo más importante, registrar con fotos, planillas y memoria visual el estado exacto de cada atuendo para no romper la ilusión narrativa.

Es también quien se encarga del mantenimiento: lavar, secar, “romper” la ropa con técnica para envejecerla, llevarla a tintorería o proteger las “prendas hero” que no pueden perderse. Todo eso mientras coordina con maquillaje, peinado, utilería y dirección para que la logística del vestuario no frene el plan de rodaje.

Reporta directamente a la directora de vestuario, y en producciones grandes se apoya en un equipo de asistentes y sastrería; en otras, asume múltiples roles con la misma entrega.

Su kit es una extensión del cuerpo: lleva imperdibles, cinta doble faz, hilo y aguja, vaporizador portátil, quitamanchas, rodillo para pelusa, bolsas ziploc, marcador textil y powerbank. Y lo más importante: lleva temple, velocidad y una mirada afilada para notar lo que nadie más ve.

Y, por supuesto, las anécdotas abundan. Una de las más simpáticas ocurrió en el tráiler de uno de los actores, cuando accidentalmente quedó encerrada en su baño: “estaba sudando, sin celular, con el radio en la mano… y terminé pidiendo auxilio por el canal de radio general de toda la producción. Todos se enteraron”. Se ríe ahora, con la misma frescura con la que cuenta que el propio actor, al día siguiente, le ofreció mate como si nada. “Es surreal. Uno crece viéndolos en televisión y de repente estás ahí, trabajando con ellos”.

También guarda afecto por su relación profesional con Estefanía Piñeres, a quien ha acompañado en varias producciones, y por su mentora Camila Olarte, diseñadora de vestuario de Delirio y Secuestro del vuelo 601, quien confía en ella como una aliada para las unidades más exigentes del rodaje.

A pesar del ritmo vertiginoso en la capital, Daniela no ha roto el cordón con su ciudad adoptiva. “La mitad del año estoy fija en Bogotá trabajando en un proyecto grande, y la otra mitad me voy a Bucaramanga a hacer cosas chiquitas”. Para ella, regresar no es un retroceso sino un gesto de amor por el oficio, por su gente y por los lugares donde todo comenzó. “Nada como rodar con los amigos, en las calles que uno conoce, pidiendo una olla prestada a la vecina para una escena. Eso también es cine”.

A pesar del ritmo vertiginoso en la capital, Daniela no ha roto el cordón con su ciudad adoptiva: “la mitad del año estoy fija en Bogotá trabajando en un proyecto grande, y la otra mitad me voy a Bucaramanga a hacer cosas chiquitas”. Para ella, regresar no es un retroceso sino un gesto de amor por el oficio, por su gente y por los lugares donde todo comenzó.

“Nada como rodar con los amigos, en las calles que uno conoce, pidiendo una olla prestada a la vecina para una escena. Eso también es cine”, dice.

Entre sus próximos proyectos está el estreno de “Tokio por siempre”, una película santandereana en la que trabajó como diseñadora de producción, y la continuación de varios proyectos documentales. Pero más allá de las metas profesionales, que sin duda seguirán creciendo, Daniela tiene claro su mayor motor: “Mi trabajo se basa en la pasión. Yo no concibo mi vida de otra forma que no sea haciendo lo que amo”.

Daniela también trabajo en otra serie santandereana, “Proyecto final”, que se está emitiendo en este momento en el Canal Institucional y en varios canales nacionales

Y se nota. En cada historia que cuenta, en cada recuerdo de set, en cada prenda seleccionada con detalle. Daniela Arbeláez Rubio no solo hace vestuario: teje con sus manos las memorias de un oficio donde el arte y la vida, como en sus escenas favoritas, se cruzan en el tiempo.

Shares:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *